El juego de posición es una
manera de entender, ejecutar y vivir el fútbol. Es aquel por el que Barcelona,
Ajax y la misma Selección de Holanda se han dado a conocer al mundo, tanto en
épocas de éxitos rotundos como en las de vacas flacas.
El juego de posición es muchas
veces puesto como sinónimo del Juego de Posesión, y esto hace mucho sentido: su
éxito depende tanto de la capacidad de los jugadores para pasar la pelota como
de éstos para ubicarse en los lugares correctos, en el momento correcto.
La idea principal de este sistema
subyace en realizar pases cortos para buscar la sorpresa, para encontrar
siempre al hombre libre y avanzar en el terreno.
El “hombre libre” es más que un
caprichoso concepto aquí mencionado; es más que una consecuencia del accionar,
sino que más bien cada integrante del equipo lo tiene presente como fin último,
como su faro.
Alguna vez, Juan Manuel Lillo
definió al Juego de Posición como uno que “consiste en ir generando
superioridades a la espalda de la línea que te aprieta”, y dicho comentario es
crucial para entender por qué se mueve la pelota como se mueve, por qué se toca
y se pasa el balón.
“Jugar para tocar o tocar para
jugar es distinto”, dijo alguna vez Guardiola. A partir de la superioridad por
línea, a partir de la intención de eliminar rivales a partir del pase es que se
entiende que el equipo, los jugadores y la pelota viajen juntos.
Es por esta razón, también, que
resulta difícil separar el concepto de ataque del de defensa. Es esta unidad la
que permite poder ejercer el pressing, encontrarse casi siempre bien parado y
totalmente listo para ejecutar los movimientos una vez que se recupera el
balón.
Se desactiva sistemáticamente al
rival, sometiéndolo a resignar la posesión del balón y a encontrarse en inferioridad
numérica en cada línea del equipo.
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