Una serie de pantallazos
televisivos son colocados de manera secuencial para examinar qué movimiento se
hizo mal o quién se equivocó en una marca. Todo con el fin de que el futbolista
que no estuvo acertado sepa por qué y no vuelva a cometer el fallo. The Special
One no pasa una.
Por ejemplo, un contragolpe del
rival. Este curso ha habido más de uno que ha costado goles al Madrid. Pues
bien, Mou coloca de manera ordenada las impresiones para que los jugadores vean
cómo se movieron durante la jugada y si lo hicieron bien o mal. Otra acción que
va a la pared son los saques de esquina. Las marcajes mal hechos quedan
inmortalizados.
Otros técnicos optan por una
sesión de vídeo analizando el juego propio, pero Mou prefiere que esas imágenes
colgadas de la pared convivan con la plantilla durante unos días, para que se
les grabe en la cabeza que una y no más.
Esta temporada ha habido más de
una jugada en la que algún madridista ha quedado señalado en el muro. No es el
caso de la semana actual, con el grueso de jugadores de éxodo internacional.
Pero tras el empate ante el Valencia y las derrotas en Getafe y Sevilla, tocó
sesión en la pared.
SU OTRA ARMA
En su libreta anota errores que
luego repasa con sus jugadores en los pantallazos.
En ocasiones las imágenes hablan
por sí solas. Pero en otras Mourinho señala el fallo individual o colectivo. Y
ahí rara vez se admite réplica. Porque contra la imagen congelada, poco se
puede discutir. Es un espejo que no miente. El que falla, queda retratado.
Dice José Mourinho que no le
gusta hablar con sus jugadores después de los partidos. Que prefiere hacerlo al
día siguiente. Para bien o para mal. Esa rutina se escenifica con los
pantallazos. Si el partido ha dejado muchos detalles que no han gustado al
técnico, es habitual que Mourinho les dé una charla en la que repase con sus
jugadores los más importantes.
El técnico no es de hablar en
caliente con sus hombres, salvo que su enfado sea mayúsculo, como ocurrió en el
descanso contra el Deportivo, en el que la bronca a Özil, cuentan los
asistentes, fue de las que hacía tiempo no se oían en el vestuario.
El de Setúbal prefiere
enfrentarse a sus hombres cargado de argumentos antes que hacerlo a las
primeras de cambio y con el humor torcido por una mala acción o un mal
resultado. Del mismo modo, es preferible que la plantilla también haya rumiado
el partido durante la noche antes de ser regañados por su técnico.
Pero las armas de Mourinho contra
los errores de sus jugadores no sólo son tecnológicas. El papel y el bolígrafo
también causan estragos. Su libreta es la otra soplona. Cuando el entrenador
baja la cabeza y apunta en su bloc de notas, lo habitual es que escriba un
error concreto de un jugador. No siempre, porque puede anotar un sistema que
pueda variar en la segunda mitad o algún movimiento del rival que tenga que
comentar a sus jugadores al descanso. Pero en esa libreta mandan los errores.
Sobre todo, individuales.
Por tanto, al día siguiente del
partido, la estampa es recurrente. Mou llama a capítulo a un jugador. Este
acude a su lado. Y el técnico agarra la libreta, la abre, y señala. ‘Mira, en
el minuto 7 estabas en nuestro campo, intentaste un regate y perdiste el
balón’, puede ser perfectamente una de las situaciones. La verdad, escrita por
Mourinho de puño y letra, es irrefutable. Ante eso, al futbolista no le queda
otra que callar y admitir el error.
Esta es la manera en que Mourinho
educa a sus pupilos. Así procura el entrenador portugués que su equipo no
tropiece dos veces con la misma piedra. Puliendo errores postpartido antes de
empezar a preparar el siguiente duelo. En este inicio de temporada ha tenido
que incidir mucho en ello. Pero el equipo ya le está respondiendo.
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