El
toque sutil de Alexis Sánchez ante la estirada de Romero, que vuela hacia su
izquierda, le pone suspenso y decora el agónico, sufrido y también merecido
triunfo de Chile ante Argentina por penales.
Fue
0-0 en 90 minutos muy parejos, duros, con pierna fuerte, en los que Argentina
contó con un par de chances clarísimas pero estuvo lejos de mostrar el gran
nivel de juego que había llevado a cabo en el torneo.
Chile
campeón. Festeja antes su gente. Higuaín y Banega fallaron desde los doce pasos
y fue triunfo local por 4-1.
Con
dientes apretados, con la concentración en su pico más alto y con los 22
jugadores compactados en 50 metros. La final se vivió con adrenalina máxima
desde el pitazo inicial del colombiano Wilmar Roldán en el Estadio Nacional.
Chile
plantó bandera. Con salidas limpias por abajo desde el fondo y con Valdivia
como eje. El 10 manejó los hilos, se ubicó detrás de Mascherano y empezó a
mover a su equipo, con dinámica.
Los
de Sampaoli intentaban asfixiar a la Argentina, tener el control con riendas
cortas; los de Martino buscaban bajarle el ritmo, al compás de Messi y Pastore.
Entró
Lavezzi por Di María, que luego de una diagonal en velocidad se lesionó en la
parte posterior del muslo. El ocupó su lugar en la banda izquierda y tuvo la
más clarita ya sobre el cierre de la primera parte, tras una gran jugada de
Pastore.
El
mediocampista del PSG llegó hasta el fondo, pisó la pelota e hizo pasar de
largo a su marca. Tocó atrás y le sirvió el remate a Lavezzi, que definió
fuerte pero muy al medio, a las manos del arquero.
Así
se fue una primera parte muy pareja. Con Chile dominando por presión alta y
fortaleza física y con Valdivia como conductor. Pero Argentina supo soportar el
aluvión, decidió no apretar arriba como en los partidos anteriores y se apoyó
en Pastore para administrar el juego y bajarle intensidad.
En
el segundo tiempo, se mantuvo ese escenario. Por primera vez en el torneo, los
jugadores argentinos corrían atrás de la pelota. Mascherano no dominaba el
medio y Messi lucía perdido, lejos del área rival y con muy poco contacto con
la pelota.
Los
entrenadores jugaron su partido:
Matías
Fernández por Valdivia en Chile y Gonzalo Higuaín por Agüero en la Selección.
Para
el cierre, Banega por Pastore, que ya estaba cansado y se notó en algunos pases
sin tanta precisión. Era todo del conjunto local. Martino intentó que el equipo
que recuperara la pelota pero no su idea no surtió efecto.
Alexis
Sánchez con una volea de derecha tuvo la mejor posibilidad de Chile en el
segundo tiempo pero su remate salió ancho. Y así la final se fue al alargue.
Con Chile como dominador en 90 minutos ásperos, intensos. Pero en el último
suspiro antes del pitazo final, Argentina casi se lleva el premio grande.
Messi
salió lanzado en velocidad por el medio y encontró a la defensa local mal
parada. Abrió para la izquierda para Lavezzi, que quedó muy abierto pero
alcanzó a cruzarla bien para el ingreso de Higuaín. El Pipa llegó exigido y de
manera increíble no pudo definir con el arco vacío.
En
el alargue, Argentina solo se dedicó a resistir. Sin piernas y sin cambios, ya
que Martino hizo los tres muy rápido en un evidente error de cálculo pensando
en que la definición podía estirarse. Y el equipo lo sintió: se acalambró
Lavezzi y un rato después Mascherano tras una jugada en la que el hombre de
Barcelona pifió y le quedó la pelota servida a Alexis para encarar y quedar
mano a mano con Romero. El delantero le pegó fuerte y la pelota salió alta ante
el cruce de Zabaleta.
Ya
sin ideas y con los jugadores agotados, todo se definió en los penales. Matías
Fernández puso en ventaja al local y Messi metió el primero de Argentina.
Arturo Vidal, para el 2-1. Y llegó el turno de Higuaín. El Pipa, que había
tenido la más clara del partido, falló también desde los doce pasos y la tiró
muy alta. Gol de Aránguiz para el 3-1. Banega tenía la presión de emparejar
pero su derechazo fue a las manos de Bravo, que voló bien hacia su izquierda.
Y
llegó el momento de Alexis Sánchez.
Sí,
el delantero que no había dejado su huella en todo el certamen. La Copa le
tenía guardada una sorpresa. Y él cumplió. Con un toque de calidad la picó
suave. Para que el gol se disfrute desde el inicio.
Para
que estallaran los miles de chilenos que coparon el estadio Nacional. Y para
clavar otro puñal en el corazón argentino, que vio otra vez pasar de cerca la
copa.