El ganador dice: “Vamos a ver”
El Perdedor dice: “Nadie sabe”
Cuando un ganador comete un
error, dice: Estoy errado me equivoque.
Cuando el perdedor comete un
error, dice: No fue mi culpa.
El ganador cree en la buena
suerte, incluso cuando no fue buena. Es optimista.
El perdedor lamenta la mala
suerte, aun cuando no siempre haya sido tan mala.
El ganador sabe cómo decir y
cuando decir no y si
El perdedor dice si pero y tal
vez no, en mal momento y con malas razones.
El ganador trabaja más tiempo que
el perdedor, y tiene más tiempo.
El perdedor esta siempre muy
ocupado para hacer aquello que es necesario.
El ganador enfrenta el problema
El perdedor rodea el problema
El ganador asume compromisos
El perdedor hace promesas
El ganador se queda triste cuando
no puede hacer más
El perdedor pide disculpas, pero
hace tiempo para la próxima ocasión
El ganador sabe para qué está
luchando, y cuando asumir compromisos
El perdedor se compromete cuando
no debe, y lucha por lo que le conviene
El ganador dice estoy bien pero
no tanto como debería estar
El perdedor dice hay mucha gente
peor que yo
El ganador escucha
El perdedor casi no espera su
turno para hablar
El ganador prefiere ser admirado
a ser amado (y logra ambas cosas)
El perdedor prefiere ser amado a
ser admirado
El ganador se siente lo bastante
fuerte como ser lo más gentil
El perdedor jamás se muestra
gentil, pero igual es débil
El ganador respeta a sus
superiores y procura aprender algo de ellos
El perdedor guarda rencor contra
los superiores y hasta busca armar trampas contra ellos
El ganador explica
El perdedor busca justificarse
El ganador se siente responsable
de llegar siempre a más
El perdedor dice solamente
trabaja aquí
El ganador dice debe hacer una
manera mejor de hacer eso
El perdedor dice siempre se hizo
así
El ganador sabe controlarse
El perdedor pierde los papeles
En el fútbol de muchos países
lastimosamente siempre se corta el hilo por el lado más delgado, siendo los
entrenadores los grandes afectados cuando los resultados no se les dan, pues
basta que consigan 3 o más derrotas para que se comience a especular sobre su
continuidad y sobre posible sucesores.
A pesar de que en algunas
ocasiones los entrenadores son víctimas de las circunstancias, y más cuando se
trata de torneos cortos, hay otras en las que sus destituciones están más que
justificadas, ya sea porque no consiguieron los objetivos trazados por la
directiva al momento de su contratación, porque los jugadores no se acoplaron a
su estilo de juego o porque simplemente no era una técnico para ese club, tal
como sucede con muchos colegas.
Hay equipos que son amantes de
reciclar entrenadores, a quienes han corrido (echado) en cualquier cantidad de
ocasiones, pero que los acaban recontratando por una extraña razón, o quizá, no
tan extraña o qué decir de aquellos que están peleando el descenso y contratan
como bombero a un mandamás con números negativos y varios descensos a cuestas.
Esto también es nuestra triste
realidad futbolística.